El chorizo, proceso de producción y propiedades

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Mauricio Osorio-Londoño; Juan Sebastián Ramírez-Navas
Cátedra de Tecnología de Alimentos – Departamento de Alimentación y Nutrición – Facultad de Ciencias de la Salud – Pontificia Universidad Javeriana Cali. Colombia

El chorizo es uno de los embutidos más representativos y versátiles de la gastronomía mundial, con una presencia consolidada en el consumo doméstico y en la industria cárnica. Su importancia surge de la capacidad de integrar tradición culinaria, valor nutricional y diversificación tecnológica, adaptándose a diferentes contextos culturales y condiciones climáticas. En la mesa, constituye un ingrediente clave en diversas preparaciones, que van desde guisos y asados hasta tapas y productos listos para el consumo, lo que amplía su mercado y garantiza su permanencia en dietas tradicionales y contemporáneas. En el plano industrial, representa un segmento de alto valor añadido dentro del sector cárnico, por su capacidad para transformar cortes de menor valor comercial en elaborados de alta demanda. Su producción activa cadenas de suministro que abarcan desde la ganadería porcina hasta la distribución minorista, generando empleo y aportando de forma significativa al comercio interno y a las exportaciones en países productores. En el ámbito cultural, el chorizo funciona como un marcador identitario, reflejando técnicas de elaboración transmitidas a lo largo de generaciones y adaptadas a ingredientes y recursos locales. Las múltiples variantes regionales (diferenciadas por formulación, condimentos y procesos) ilustran cómo tradición e innovación convergen en un mismo producto. Esta diversidad permite comprender el chorizo no sólo como alimento, sino como fenómeno histórico, tecnológico y socioeconómico. El objetivo de este artículo es ofrecer una breve revisión sobre el chorizo, abordando su definición, historia, composición, procesos de producción y propiedades, así como defectos frecuentes e innovaciones recientes. La exposición se desarrollará desde un enfoque técnico científico, articulando aspectos históricos, tecnológicos y sensoriales, con el fin de proporcionar una visión completa y actualizada de este producto emblemático.


DEFINICIÓN Y CLASIFICACIÓN
El chorizo, en términos técnico-científicos y conforme a descripciones presentes en normativas alimentarias y literatura especializada, se define como un embutido elaborado a partir de carne picada, principalmente de cerdo, mezclada con grasa de la misma especie, sal, especias y aditivos autorizados, introducida en una envoltura natural o artificial y sometida a un tratamiento específico que determina sus características finales. La presencia de pimentón o ají como condimento distintivo, junto con la sal y el ajo, otorga a este producto su color característico y perfil sensorial particular. En el marco de la ciencia de los alimentos, el chorizo es una matriz cárnica heterogénea donde la fase proteica, la fase lipídica y la fracción acuosa se estabilizan mediante procesos de curado, fermentación, secado o cocción, dependiendo del tipo. Su clasificación tecnológica responde al tratamiento posterior a la formulación y embutido. El chorizo fresco no recibe procesos de curado ni fermentación, manteniendo un alto contenido de humedad y requiriendo refrigeración y cocción previa al consumo. El chorizo curado se somete a salazón y secado, reduciendo su actividad de agua y confiriéndole estabilidad microbiológica, pudiendo ser consumido crudo. El chorizo fermentado, generalmente de tipo seco o semiseco, implica la acción controlada de bacterias lácticas y, en ocasiones, mohos beneficiosos, con un descenso del pH que mejora la seguridad y modifica la textura. El chorizo cocido es sometido a un tratamiento térmico posterior al embutido que coagula las proteínas, inactiva microorganismos patógenos y define su textura final.

El chorizo fresco requiere ser cocinado para su consumo.

HISTORIA Y CONTEXTO CULTURAL
El origen del chorizo se vincula con la domesticación del cerdo en la península ibérica y el desarrollo de técnicas de conservación que combinaban salado, secado y condimentado. Registros históricos evidencian que, desde la Edad Media, la carne de cerdo se procesaba con sal y especias para prolongar su vida útil y mejorar su sabor. La incorporación del pimentón, tras la introducción del chile desde América en el siglo XVI, supuso una transformación decisiva, aportando el color rojo característico y un perfil aromático distintivo que diferenció al chorizo español de otros embutidos europeos. En España, la producción de chorizo se adaptó a condiciones climáticas y tradiciones culinarias locales, generando variedades regionales que integraban ingredientes autóctonos y tiempos de curado específicos. Su papel trascendió el ámbito alimentario, convirtiéndose en elemento central de celebraciones rurales como la matanza, práctica comunitaria que aseguraba la disponibilidad de carne durante todo el año.

La expansión hacia América Latina se produjo a partir del siglo XVI con la colonización, adaptándose a recursos y paladares locales. En países como México se incorporaron chiles secos y vinagre, en la Argentina y Uruguay se incluyó carne bovina en proporciones de hasta el 50%. Además, se adaptaron a técnicas de cocción específicas y condimentos regionales, manteniendo como base el concepto de embutido condimentado y envasado en tripa. El uso continuado de métodos como el ahumado, la curación y la fermentación garantizó la preservación en climas diversos, consolidando su presencia como producto tradicional y, en muchos casos, identitario en la gastronomía local.

En Colombia, la introducción del chorizo se remonta al periodo colonial. Inicialmente asociado a las zonas de asentamiento hispano, el producto se fue adaptando a los recursos cárnicos y especias locales. La carne de cerdo se mantuvo como ingrediente principal, pero en algunas regiones se incorporaron mezclas con carne bovina para ajustarse a la disponibilidad estacional y a preferencias culturales. El uso de ajo, comino y ají reemplazó o complementó el pimentón peninsular, dando lugar a perfiles aromáticos distintivos. La producción artesanal se vinculó a celebraciones populares y ferias, consolidándose en localidades como Santa Rosa de Cabal, donde el chorizo se convirtió en símbolo gastronómico. El clima de las zonas montañosas favoreció procesos de curado y ahumado que prolongaban la vida útil sin refrigeración, mientras que en climas cálidos se impuso el consumo fresco y la cocción inmediata.

La variedad de chorizos curados responde a las tradiciones culinarias locales.


PROCESO PRODUCTIVO
Materias primas
La base proteica del chorizo proviene de carne magra de cerdo, seleccionada por su elevada proporción de proteínas miofibrilares y sarcoplásmicas (≈20 %), fundamentales para la formación, cohesión y firmeza de la matriz cárnica. Estas proteínas, al solubilizarse y coagular parcialmente durante la fermentación y el secado, contribuyen decisivamente a la textura mecánica y a la mordida característica del producto. La carne debe presentar un pH post mortem entre 5,5 y 5,8, intervalo que optimiza la capacidad de retención de agua, la estabilidad cromática y la estructura del gel proteico; valores fuera de este rango comprometen la jugosidad y favorecen desviaciones microbiológicas. La frescura se evalúa mediante parámetros organolépticos: color rosado homogéneo, olor neutro y ausencia de exudado superficial.

La proporción carne-grasa, ajustada según el tipo de chorizo, determina atributos como untuosidad, jugosidad y estabilidad oxidativa. La grasa, procedente principalmente de tejido subcutáneo o dorsal, se emplea en proporciones del 20–30%. Su calidad se valora por su color blanco uniforme, firmeza estructural, bajo índice de rancidez y perfil lipídico; los ácidos grasos saturados aportan firmeza y resistencia a la oxidación, mientras que los insaturados mejoran la liberación aromática, pero incrementan la susceptibilidad al deterioro oxidativo. La manipulación de la grasa debe realizarse por debajo de 10°C para preservar su estructura y prevenir rupturas de emulsión.

La eficacia tecnológica y la inocuidad del producto dependen del control microbiológico inicial. Prácticas como el enfriamiento rápido post mortem y la conservación en condiciones de refrigeración controlada limitan la proliferación de microorganismos alterantes o patógenos y preservan las propiedades funcionales de carne y grasa. Por otra parte, la sal desempeña múltiples funciones: realza el sabor, promueve la solubilización proteica para la formación de emulsiones estables y ejerce una acción antimicrobiana por reducción de la actividad de agua. Entre los condimentos se destacan el pimentón, fuente de capsantina y capsorubina con efectos cromáticos y antioxidantes; el ajo y el orégano, ricos en compuestos volátiles sulfurados y fenólicos que refuerzan tanto el perfil sensorial como la estabilidad microbiana.

Los aditivos cumplen funciones tecnológicas específicas: nitritos y nitratos estabilizan el color mediante la formación de nitroso-mioglobina, inhiben el desarrollo de Clostridium botulinum y contribuyen al bouquet característico. Antioxidantes como ascorbato y eritorbato retardan la oxidación lipídica y preservan la coloración. Finalmente, los azúcares fermentables (glucosa, sacarosa) activan la fermentación láctica, acelerando el descenso del pH e incidiendo favorablemente en la estabilidad y la textura. La formulación se calibra con cuidado para garantizar funcionalidad, seguridad y calidad sensorial del producto final.

RECETAS BASE Y VARIANTES REGIONALES
Las recetas base de chorizo mantienen una estructura compositiva relativamente constante, sustentada en una mezcla de carne magra de cerdo (65–75%), grasa de cerdo (20–30%), sal (1,8–2,5%) y condimentos característicos como pimentón, ajo y orégano. El pimentón, dulce o picante, define el color y parte del perfil aromático, mientras que el ajo aporta compuestos sulfurados con actividad antimicrobiana y el orégano introduce notas fenólicas y herbáceas. En chorizos fermentados y curados, se añade una fracción de carbohidratos simples (0,3–0,8% de glucosa o sacarosa) que favorece la actividad de bacterias lácticas, responsables de la acidificación controlada. Los aditivos, como nitrito sódico (en concentraciones reguladas por normativa), antioxidantes y reguladores de acidez, se emplean para mejorar la estabilidad microbiológica y oxidativa.

Las variantes regionales se originan en la adaptación a materias primas, clima y tradiciones culinarias. En España, el chorizo riojano presenta un alto contenido de pimentón dulce y curado prolongado, mientras que el chorizo leonés incorpora ahumado en madera de roble. En México, el chorizo fresco se condimenta con chiles secos molidos, vinagre y especias locales como clavo y canela, lo que intensifica el perfil picante y ácido. En la Argentina y Uruguay, el chorizo criollo incluye carne bovina en proporciones variables y se consume principalmente fresco y asado. En Colombia, el chorizo santarrosano combina ajo, comino y pimienta, con un picado más grueso y cocción inmediata tras su elaboración.

En la Argentina y Uruguay se consume mucho el chorizo asado.

PRODUCCIÓN ARTESANAL VS. INDUSTRIAL
La producción artesanal de chorizo se caracteriza por procesos manuales o semi-mecanizados, con control visual y sensorial de las variables críticas. El diagrama de flujo se presenta en la Figura 1. El control de parámetros como temperatura, humedad relativa y pH se realiza empíricamente, lo que genera variabilidad en textura, color y sabor, así como en la vida útil. Las tripas naturales aportan permeabilidad y perfil sensorial tradicional, pero presentan mayor variabilidad microbiológica y dimensional. En la producción industrial, el flujo de operaciones se estandariza y automatiza para garantizar uniformidad y seguridad alimentaria, como se ve en la Figura 2. El monitoreo continuo de pH, actividad de agua, temperatura y tiempo permite optimizar la inocuidad y reproducibilidad del producto. La diferencia esencial radica en la precisión del control de variables. En el ámbito artesanal, el producto final refleja la interacción entre saber tradicional y condiciones ambientales, mientras que en el industrial se persigue la homogeneidad mediante control estricto y registro documental, lo que reduce riesgos microbiológicos y facilita la trazabilidad.

FERMENTACIÓN, MADURACIÓN Y CURADO
Tras el embutido, la acción de bacterias lácticas (principalmente Lactobacillus sakei, Lactobacillus plantarum y Pediococcus pentosaceus) metaboliza azúcares simples presentes en la formulación, produciendo ácido láctico y reduciendo el pH desde valores iniciales cercanos a 5,8–6,0 hasta niveles óptimos de 4,8–5,3. La gestión precisa de pH y aw en cámaras de fermentación y maduración es un factor crítico de calidad, ya que determina tanto la seguridad sanitaria como la expresión plena de atributos sensoriales. Esta acidificación inhibe patógenos como Listeria monocytogenes y Clostridium botulinum, mejora la estabilidad del color por fijación de la nitroso-mioglobina y favorece la coagulación parcial de proteínas miofibrilares, incrementando la firmeza. La maduración combina fermentación continua, deshidratación y reacciones bioquímicas lentas, incluyendo proteólisis y lipólisis enzimática, que liberan péptidos, aminoácidos y ácidos grasos libres, precursores de compuestos aromáticos. Hongos filamentosos beneficiosos, como Penicillium nalgiovense, pueden colonizar la superficie, modulando el secado, protegiendo frente a contaminaciones indeseadas y contribuyendo al bouquet característico.

OPERACIONES UNITARIAS
El picado reduce el tamaño de partícula de carne y grasa, incrementando la superficie de contacto y facilitando la extracción de proteínas miofibrilares necesarias para la emulsificación y cohesión. El control de temperatura (≤4°C) en esta fase es esencial para prevenir oxidación lipídica y proliferación microbiana. En el mezclado se incorporan sal, condimentos, aditivos y azúcares, promoviendo la distribución homogénea de ingredientes y el inicio de la solubilización proteica. Un mezclado excesivo puede dañar la estructura de la grasa, mientras que uno insuficiente compromete la unión de fases. En productos fermentados, se adicionan cultivos iniciadores para dirigir la acidificación y el desarrollo aromático.

En el embutido se introduce la mezcla en tripas naturales o artificiales, que deben presentar permeabilidad controlada para permitir la salida de humedad y el ingreso de humo si aplica. El llenado debe ser compacto para evitar bolsas de aire, las cuales favorecen la oxidación y el crecimiento de mohos no deseados.

El secado regula la pérdida gradual de agua mediante control de temperatura y humedad relativa, permitiendo alcanzar la actividad de agua objetivo sin endurecimiento superficial. Este paso consolida la textura y contribuye a la concentración de sabor.

El ahumado, cuando se emplea, expone el producto a compuestos fenólicos, aldehídos y ácidos presentes en el humo, los cuales aportan color superficial, aroma característico y propiedades antioxidantes y antimicrobianas adicionales. El tipo de madera, la temperatura y la duración determinan la intensidad de estos efectos. Cada operación, ejecutada bajo parámetros óptimos, asegura un chorizo estable, seguro y sensorialmente diferenciado.

PROPIEDADES DEL CHORIZO
Propiedades microbiológicas

La microbiota inicial está compuesta por bacterias lácticas, micrococos y estafilococos coagulasa negativos presentes de forma natural en la carne y en el entorno de producción. En productos elaborados artesanalmente, esta microbiota autóctona ejerce un papel determinante en el desarrollo de aroma y textura, aunque presenta mayor variabilidad en su composición y actividad. Para estandarizar la fermentación y garantizar la seguridad, la industria emplea cultivos iniciadores seleccionados (Lactobacillus sakei, Pediococcus pentosaceus, Staphylococcus carnosus o Staphylococcus xylosus) capaces de acidificar rápidamente la masa, producir compuestos aromáticos y contribuir a la estabilidad del color. La inoculación de estos cultivos reduce la competencia de la microbiota indeseada, acorta el tiempo de fermentación y mejora la reproducibilidad tecnológica.

El control de patógenos como Listeria monocytogenes, Salmonella spp. y Clostridium botulinum se basa en la aplicación combinada de barreras: acidificación controlada (pH final ≤5,3), reducción progresiva de la actividad de agua (aw ≤0,92 para semisecos y ≤0,85 para secos), concentración de sal entre 2–3%, y en algunos casos la acción de compuestos antimicrobianos derivados del humo. La implementación de Buenas Prácticas de Manufactura, junto con el monitoreo microbiológico en puntos críticos, garantiza que la población de microorganismos benéficos predomine sobre la potencialmente patógena, asegurando así la inocuidad y la estabilidad del producto durante su vida útil.

Propiedades fisicoquímicas
El contenido de humedad en chorizo varía según su grado de maduración. En productos frescos, alcanza entre 55–65%, mientras que en chorizos curados o secos puede descender hasta 25–35%, reducción que se correlaciona con la disminución controlada de la aw. Este parámetro constituye un factor crítico de estabilidad microbiológica: valores iniciales de aw próximos a 0,97–0,98 deben disminuirse progresivamente, alcanzando ≤0,92 en semisecos y ≤0,85 en secos. Tale niveles limitan la proliferación de microorganismos alterantes o patógenos y prolongan la vida útil del producto. La reducción eficaz de aw requiere condiciones ambientales estrictas: temperaturas constantes de 12–16°C y humedades relativas decrecientes del 85 al 75%, evitando descensos bruscos que conlleven defectos, como el endurecimiento superficial por secado diferencial.

El pH experimenta un descenso desde valores iniciales de 5,8–6,0 en la mezcla cárnica cruda hasta rangos de 4,8–5,3 al final de la fermentación. Esta acidificación, promovida por la actividad de cultivos iniciadores en presencia de azúcares fermentables, favorece la coagulación parcial de proteínas, la estabilización del color (por preservación de la nitroso mioglobina) y la inhibición del crecimiento de patógenos acidolábiles como Listeria monocytogenes o Salmonella spp.

La interacción dinámica entre la humedad, aw y pH (modulada por la formulación, la carga microbiana inicial y las condiciones de fermentación y secado) determina la estabilidad fisicoquímica y microbiológica del chorizo. Su monitoreo durante el proceso es esencial para garantizar la inocuidad, consistencia tecnológica y expresión sensorial del producto final, tanto en versiones semisecas como en las variedades de curado prolongado.

Propiedades físicas
La textura del chorizo se caracteriza instrumentalmente mediante Texture Profile Analysis (TPA), técnica que simula la acción masticatoria y proporciona parámetros como dureza, elasticidad, cohesividad y masticabilidad. En productos fermentados y curados, la dureza aumenta progresivamente como consecuencia de la pérdida de humedad y la concentración de sólidos, mientras que en chorizos frescos predomina una textura más blanda y jugosa. Este parámetro depende de múltiples factores estructurales, como el tamaño de partícula, la proporción de tejido conjuntivo, el contenido y la distribución de grasa, así como el grado de deshidratación. Durezas elevadas pueden indicar procesos de secado acelerado o formulaciones desequilibradas, mientras que una dureza insuficiente afecta la manipulabilidad y la resistencia al corte. El control de la textura requiere, por tanto, una formulación ajustada, el uso de materias primas con propiedades tecnofuncionales estables y condiciones de fermentación y secado cuidadosamente reguladas.

El color constituye otro atributo sensorial crítico, especialmente en chorizos curados, donde la intensidad del tono rojo es atribuible a la formación y estabilidad de la nitroso-mioglobina. Esta molécula, producto de la interacción entre nitritos y grupos hemo, se ve complementada cromáticamente por los carotenoides presentes en el pimentón, principalmente capsantina y capsorubina, los cuales aportan tonalidades rojas adicionales y contribuyen a enmascarar ligeras desviaciones provocadas por variaciones de pH u oxidación. La evaluación instrumental del color se realiza en el espacio CIE Lab, donde valores eleva dos del componente a se asocian a mayor intensidad de rojo, parámetro correlacionado positivamente con la percepción de frescura y calidad.

La sinergia entre textura y color (ambas moduladas por la formulación, la calidad de las materias primas y las condiciones de procesamiento) influye directamente en la aceptabilidad del producto final. Su monitoreo sistemático permite no sólo asegurar la estabilidad estructural y cromática, sino también optimizar la percepción sensorial y la competitividad del producto en el mercado.

Propiedades sensoriales
Las propiedades sensoriales del chorizo derivan de la interacción entre materias primas, procesos de elaboración y reacciones bioquímicas durante la fermentación, maduración y, en su caso, el ahumado. El perfil de sabor se construye a partir de notas básicas: salinidad, aportada por la adición de cloruro de sodio; dulzor residual, procedente de azúcares no metabolizados; acidez, consecuencia de la producción de ácido láctico por bacterias lácticas; y amargor leve, originado por la oxidación de lípidos o la liberación de péptidos específicos. El aroma combina compuestos volátiles lipofílicos, como aldehídos y cetonas derivados de la oxidación controlada de ácidos grasos, con terpenos y fenoles provenientes de especias, y, en el caso de productos ahumados, con derivados fenólicos y carbonílicos del humo. El análisis descriptivo sensorial, realizado por paneles entrenados, permite identificar y cuantificar atributos específicos como intensidad de pimentón, ajo, notas cárnicas, ahumado y percepción de curado. Este método utiliza escalas estructuradas y análisis estadístico para correlacionar características sensoriales con parámetros fisicoquímicos, como pH o actividad de agua. El análisis hedónico, orientado al consumidor, evalúa la aceptabilidad global y la preferencia, empleando escalas de nueve puntos o comparaciones pareadas para establecer el grado de agrado o rechazo.

La consistencia entre las mediciones instrumentales y los resultados sensoriales es clave para la estandarización de la calidad. Un chorizo bien equilibrado en sabor y aroma no sólo debe cumplir con criterios técnicos, sino también satisfacer expectativas culturales y de consumo, lo que refuerza su valor como producto tradicional y, a la vez, competitivo en mercados diversificados.

DEFECTOS Y FALLAS COMUNES
La gestión preventiva exige integrar control de materias primas, parámetros de proceso y condiciones de almacenamiento para asegurar un chorizo estable, seguro y de calidad sensorial consistente. Entre los defectos de color, la decoloración superficial o tonalidades pardas suelen deberse a oxidación de pigmentos (nitroso-mioglobina a metahemoglobina) favorecida por exposición excesiva a luz, oxígeno o temperaturas elevadas. La prevención implica envasado con barrera a la luz, atmósferas modificadas y control de almacenamiento.

En cuanto a defectos de textura, una dureza excesiva puede originarse por secado rápido y endurecimiento superficial, mientras que una textura blanda o pastosa responde a alta humedad residual, insuficiente extracción de proteínas o inadecuada acidificación. El control de la velocidad de secado, la molienda uniforme y la fermentación guiada son medidas preventivas.

Los defectos de sabor incluyen rancidez oxidativa, detectada como notas metálicas o a pintura, causada por degradación de ácidos grasos insaturados; sabor agrio excesivo por fermentación descontrolada; o sabores anómalos derivados de especias en mal estado. Se previenen mediante el uso de antioxidantes, control estricto de cultivos iniciadores y almacenamiento de condimentos en condiciones óptimas.

En seguridad alimentaria, la presencia de patógenos como Listeria monocytogenes, Salmonella spp. o Clostridium botulinum es consecuencia de materia prima contaminada, fallas en la acidificación, actividad de agua elevada o deficiencias en higiene. La aplicación de BPM, control de pH y aw, y un sistema HACCP bien implementado minimizan el riesgo.

INNOVACIONES Y TENDENCIAS
Las innovaciones en la producción de chorizos responden a la necesidad de mantener la identidad sensorial del producto mientras se ajusta a demandas de salud, sostenibilidad y seguridad alimentaria. El uso de cultivos probióticos (como cepas de Lactobacillus rhamnosus o Bifidobacterium animalis resistentes a las condiciones de fermentación y curado) permite elaborar chorizos con potencial funcional, aportando microorganismos viables que contribuyen al equilibrio de la microbiota intestinal. Estos cultivos requieren formulaciones y condiciones de proceso adaptadas para preservar su viabilidad hasta el consumo. La reducción de sal y grasa busca mejorar el perfil nutricional sin comprometer textura ni sabor. Para compensar la menor salinidad, se emplean potenciadores de sabor (extractos de levadura, aminoácidos libres) y se optimiza la fermentación para mantener la estabilidad microbiológica. La reducción de grasa implica el uso de cortes magros y sustitutos lipídicos, como emulsiones de aceites vegetales encapsulados, que mantienen la jugosidad y aportan ácidos grasos insaturados beneficiosos.

La incorporación de ingredientes funcionales (fibras dietéticas, extractos antioxidantes naturales de romero, té verde o uva) contribuye a mejorar la salud digestiva, prolongar la vida útil y limitar la oxidación lipídica. Estos ingredientes se integran sin enmascarar el perfil organoléptico tradicional.

Entre las tecnologías emergentes, se destaca el procesado por altas presiones hidrostáticas (HPP), capaz de inactivar patógenos y flora alterante en chorizos curados o frescos sin afectar de forma significativa el sabor o el color. Esta técnica ofrece la posibilidad de reducir aditivos como los nitritos, mejorando la percepción de naturalidad del producto. La integración de estas tendencias requiere un equilibrio entre innovación tecnológica, viabilidad económica y preservación de la autenticidad sensorial del chorizo.

LITERATURA RECOMENDADA
Allen, G. (2015). Sausage: A global history. Reaktion Books.
Fletcher, N. (2012). Sausage: A country-by-country photographic guide with recipes. DK Publishing.
Harrison, T. (2013). Butchery and sausage-making for dummies. John Wiley & Sons Canada, Ltd.
King, J., & Hurt, J. (2009). The complete idiot’s guide to sausage making. Alpha Books, Penguin Group (USA) Inc.
Marianski, S., & Marianski, A. (2010). Home production of quality meats and sausages. Bookmagic, LLC.
Osorio Londoño, M. (s.f.). Notas de clase: El proceso productivo de la carne. Pontificia Universidad Javeriana Cali, Facultad de Ciencias de la Salud, Departamento de Alimentación y Nutrición
Osorio Londoño, M. (s.f.). Guía para elaboración de productos cárnicos: Chorizos de cerdo y morcilla. Pontificia Universidad Javeriana Cali, Facultad de Ciencias de la Salud, Departamento de Alimentación y Nutrición
Peacock, P. (2008). The sausage book. The Good Life Press Ltd.
Reavis, C. G., & Battaglia, E., con Reilly, M. (2017). Home sausage making: From fresh and cooked to smoked, dried, and cured (4th ed.). Storey Publishing
Toldrá, F. (Ed.). (2010). Handbook of meat processing. Wiley Blackwell.
Weiss, J. (2014). Charcutería: The soul of Spain. Agate Publishing.

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