Araceli Menna Irigoyen es de la Ciudad de Adolfo Gonzales Chaves, provincia Buenos Aires, donde trabaja en la panadería de Silvio Pietralunga. “Para mí familia, amigos y la panadería donde trabajo fue un orgullo este premio”, se emociona.
¿Cuándo nació tu vocación por la pastelería y la panadería?
Surgió como oportunidad laboral, mi primer trabajo a los 17 años fue en una panadería con atención al público. Quise seguir creciendo en ese ámbito y entonces arranque muy lentamente con proyectos de chocolatería, con el tiempo le sume pastelería, pastas y panificados. Hoy me dedico de lleno a esa actividad. De hecho, en mi infancia siempre estuvo muy presente la gastronomía por mis padres, mis abuelas y mis tías, pero de forma hogareña, no como salida laboral. De adolescente utilice esos conocimientos para vender a los conocidos huevos de Pascua, panqueques, etc.
¿Cuáles fueron tus referentes o guías?
En mi trabajo, Silvio Pietralunga, quien es el maestro panadero y dueño del negocio, fue el principal impulsador y referente para que termine de desarrollar la pasión por este hermoso oficio. Hoy en día mi otro gran referente es el maestro panadero Juan M. A. Rodriguez. Asimismo, mi familia siempre apoyo mis emprendimientos, ellos fueron y son mis jurados más exigentes.
¿Hay algún producto que te atraiga más?
No existe un producto particular para desarrollar, mi interés siempre fue aprender de lleno cada uno de los productos de la panadería, su composición, su comportamiento con diferentes harinas, temperaturas, humedad… Quiero seguir aprendiendo.
Pero tus medialunas fueron un éxito en el certamen…
La medialuna de grasa es uno de los productos que quiero dominar de lleno. Entonces cuando me enteré de este campeonato pensé que era una excelente oportunidad para ponerme a prueba. Busqué que tuvieran algunas características princi- pales: que fueran patudas, finitas, crocantes, con el salado justo y el hojaldre perfecto. Creo que lo conseguí, gracias a este campeonato se hicieron superconocidas en mi pueblo y la demanda creció de manera abismal. Para mí familia, amigos y la panadería donde trabajo fue un orgullo este premio. Un honor. Le tengo que agradecer a Silvio porque desde el inicio volcó su confianza en mí, me brindó sus máquinas, sus utensilios, materia prima -en resumidas cuentas su panadería- para aprender a prueba y error cada receta y darle junto con él esa vuelta de rosca a los productos.